Las Escalerillas del Gallo enlazan el barrio de El Salvador con la ciudad moderna, tras salvar el pequeño Huécar. A la izquierda se conserva un cubo de la muralla, en el centro el Convento de Benedictinas y a la derecha el Pósito o Almudí, el medieval almacén de grano hoy rehabilitado como centro cultural. Girando a la derecha se pasea por la artesanal calle de los Tintes, donde se concentraba desde épocas medievales la actividad de este oficio dada su proximidad al río Huécar.
Entrar a la Ciudad Alta por la zona más elevada -el barrio del Castillo-, permite, además de disfrutar de las espectaculares vistas sobre las dos hoces, saborear uno de los atractivos más interesantes de Cuenca y poco conocidos por la mayoría de los visitantes; la Fundación Antonio Pérez, una colección singular de todo tipo de objetos, artísticos o no para según quién los contemple, distribuida por el antiguo Convento de Carmelitas, un edificio sorprendente por su compleja e imaginativa arquitectura, llena de espacios singulares y diferentes entre sí, engarzados por multitud de escaleras y pasadizos por los que se pierde absolutamente la más mínima orientación, de manera que las salas y los temas que exponen van apareciendo ante nosotros, de sorpresa en sorpresa, con bendito desorden. Entre tanta calidad yo alucino con la sala dedicada a Manolo Millares, con ventiuna arpilleras de gran formato, de las mejores sin duda del artista, cedidas a la Fundación por sus herederos. Cualquier visitante de esa pequeña y deliciosa joya que es el Museo de Arte Abstracto, debe imperiosamente prolongar su éxtasis con la visita a la Fundación.
Hacia la mitad de la calle San Pedro se encuentran los restos de lo que fue Colegio de los Jesuitas, del que sólo se conserva parte de la fachada con estas portadas. En su día se ubicó en el solar un depósito de agua que si bien abastece la ciudad, por otro lado le malogra el perfil que ofrece a la hoz del Júcar.
También las buhardillas como las de arriba son características del la Ciudad Alta. Pocas van quedando en su versión original, pues se rehabilitan y se transmutan en buhardas de adosados con sus carpinterías modernas y "funcionales".