sábado, 19 de junio de 2010

Isi, la Ciudad Alta de Cuenca


Desde que en 1992 comenzó mi colaboración con el equipo que dirigido por Juan Manuel Alonso Velasco redactó el Plan Especial de Protección de la Ciudad Alta de Cuenca, mi relación con esa ciudad ha sido intensa en lo personal y en lo profesional, y una gozada como simple viajero. He viajado innumerables veces y siempre descubro aspectos, detalles o perspectivas diferentes o desconocidas. Su espectacular emplazamiento, su trazado serpenteante y su acusado desnivel, permiten disfrutarla visualmente en su conjunto desde dentro, mientras se pasea por sus calles y rondas, ventaja que no tienen la inmensa mayoría de las ciudades. Dejo para más adelante un artículo sobre ese magnífico Plan Especial y su eficaz contribución a la recuperación de la ciudad histórica. Mientras tanto cuelgo aquí diferentes dibujos realizados en este tiempo por diferentes motivos y que no se pueden utilizar sin la autorización del Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España. Sí se puede utilizar la vista de la ciudad histórica de aquí arriba salvo, como siempre recuerdo, las instituciones bancarias y las administraciones públicas, que deberán cotizar por ello.

En este esquema de la ciudad se destaca el patrimonio cultural y arquitectónico de la Ciudad Alta. Básicamente se distinguen tres zonas; en la parte superior, la señorial calle de San Pedro y las espectaculares Rondas que discurren al borde de los farallones sobre las hoces de los ríos Júcar y Huécar; en el centro, la parte más monumental en torno a la Plaza Mayor y la Catedral, y en la parte inferior del dibujo, el popular barrio del Salvador con la antigua morería en la calle Retiro.

El dibujo grande, el primero que aparece en este artículo, recoje el centro histórico, la llamada Ciudad Alta, y se ha editado en varias ocasiones en forma de lámina a tamaño 70 x 50 cm por encargo del Ayuntamiento en primer lugar, y el Consorcio de la Ciudad de Cuenca posteriormente con ocasión de la conmemoración, en 2006, del X Aniversario de la Declaración de Cuenca Patrimonio de la Humanidad. Los dibujos pequeños, se utilizaron en la Guía de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, editada en un principio por el Grupo de Ciudades y recientemente por Planeta.

En el perfil de la ciudad desde el oeste, el que se divisa llegando desde Madrid, destaca la enorme mole del Seminario y la Torre de Mangana, símbolo del poder civil frente a la Iglesia y el Rey. A la izquierda asoma la torre del Ángel de la catedral, y más a la izquierda la torre de la iglesia de San Nicolás.

Las Escalerillas del Gallo enlazan el barrio de El Salvador con la ciudad moderna, tras salvar el pequeño Huécar. A la izquierda se conserva un cubo de la muralla, en el centro el Convento de Benedictinas y a la derecha el Pósito o Almudí, el medieval almacén de grano hoy rehabilitado como centro cultural. Girando a la derecha se pasea por la artesanal calle de los Tintes, donde se concentraba desde épocas medievales la actividad de este oficio dada su proximidad al río Huécar.



Atravesando el Huécar por el Puente de San Pedro se alcanza el Convento de San Pablo, hoy Parador. Desde ese lado se obtiene una magnífica vista de la ciudad, con las Casas Colgadas y la cabecera de la Catedral, fundida sin solución de continuidad con la roca que la sustenta, y más a la derecha, la cornisa del barrio de San Pedro, por la que discurre la espectacular Ronda. El poderoso puente de piedra, arruinado, fue sustituido por la ligera estructura metálica que aún se mantiene en pie, da una idea del enorme poder de la Iglesia en esas épocas, pues esa monumental obra sólo tenía un cometido, enlazar el convento con la ciudad.



Entrar a la Ciudad Alta por la zona más elevada -el barrio del Castillo-, permite, además de disfrutar de las espectaculares vistas sobre las dos hoces, saborear uno de los atractivos más interesantes de Cuenca y poco conocidos por la mayoría de los visitantes; la Fundación Antonio Pérez, una colección singular de todo tipo de objetos, artísticos o no para según quién los contemple, distribuida por el antiguo Convento de Carmelitas, un edificio sorprendente por su compleja e imaginativa arquitectura, llena de espacios singulares y diferentes entre sí, engarzados por multitud de escaleras y pasadizos por los que se pierde absolutamente la más mínima orientación, de manera que las salas y los temas que exponen van apareciendo ante nosotros, de sorpresa en sorpresa, con bendito desorden. Entre tanta calidad yo alucino con la sala dedicada a Manolo Millares, con ventiuna arpilleras de gran formato, de las mejores sin duda del artista, cedidas a la Fundación por sus herederos. Cualquier visitante de esa pequeña y deliciosa joya que es el Museo de Arte Abstracto, debe imperiosamente prolongar su éxtasis con la visita a la Fundación.



Hacia la mitad de la calle San Pedro se encuentran los restos de lo que fue Colegio de los Jesuitas, del que sólo se conserva parte de la fachada con estas portadas. En su día se ubicó en el solar un depósito de agua que si bien abastece la ciudad, por otro lado le malogra el perfil que ofrece a la hoz del Júcar.

Bajando desde el barrio del Castillo y pasada la Fundación Antonio Pérez, el paseo por la ciudad lo encauza la calle de San Pedro que estructura el barrio de ese nombre, descrito por Miguel Ángel Troitiño en estos términos; "espacio de origen musulmán, ámbito nobiliario en la Baja Edad Media, barrio de canónigos en el XVIII, calle popular en el siglo XIX y, a partir de los años cincuenta del siglo XX, espacio preferido por los artistas del grupo El Paso, como Saura, Rueda y Torner". Quiero avisar a todo visitante, que si interesante es la calle de San Pedro -pues conserva testimonios de ese complejo pasado que describe Troitiño-, espectacular es el paseo por cualquiera de las dos rondas que flanquean la calle, encaramadas las dos en lo alto de los farallones sobre los que se sostiene la ciudad, y desde las que se divisa, como desde una buitrera, las dos hoces, la del río Huécar y la del río Júcar.



Una de las señas de identidad de Cuenca son sus rejas. Aparecen por doquier y de toda época, con una calidad reconocida secularmente y que culmina con las que se conservan en el interior de la catedral. Dibujé algunas de ellas, como estas que cuelgo aquí arriba, por su belleza y como análisis de aficionado de la evolución de su diseño. Cuanto más antigua su ejecucuión, mejor y más detallado aparece el dragón que cuida la casa. Conforme el tiempo avanza, esa figura se va estilizando hasta desaparecer en esas volutas tan conocidas y tópicas que adornan las rejas de media España.

También las buhardillas como las de arriba son características del la Ciudad Alta. Pocas van quedando en su versión original, pues se rehabilitan y se transmutan en buhardas de adosados con sus carpinterías modernas y "funcionales".

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